La mutilación genital femenina (MGF) es una práctica aberrante que viola los derechos humanos más básicos de las niñas y mujeres. Se trata de la extirpación total o parcial de los genitales externos femeninos por razones no médicas, lo que causa graves daños físicos y psicológicos.
Lamentablemente, esta práctica sigue siendo común en algunas regiones del mundo, sobre todo en África y Oriente Medio. Se estima que más de 200 millones de niñas y mujeres han sido víctimas de la MGF. Una cifra espeluznante que nos tiene que hacer reaccionar con urgencia.
La MGF no tiene justificación médica ni religiosa alguna. Se trata de una tradición cultural enraizada en la discriminación de género y la desigualdad. Bajo la falsa premisa de «purificar» a las mujeres o controlar su sexualidad, se les mutila de por vida, dejándoles secuelas físicas y emocionales devastadoras.
Dolor, hemorragias, infecciones, problemas urinarios, complicaciones en el parto… La lista de consecuencias negativas de la MGF es interminable. Pero lo peor es el trauma psicológico que deja en las víctimas, quienes a menudo sufren depresión, ansiedad y trastorno de estrés postraumático.
Por eso, como sociedad, tenemos la obligación moral de erradicar esta práctica tan dañina. Debemos alzar la voz y exigir a los gobiernos que promulguen leyes que la prohíban y sancionen con dureza. Además, es crucial invertir en programas de sensibilización y educación para acabar con este flagelo.
Ninguna tradición cultural puede justificar la mutilación de los cuerpos de las mujeres. Es hora de decir basta y luchar por la integridad y los derechos de todas las niñas y mujeres del mundo. ¡Tolerancia cero con la MGF!
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