Querida V Bliss,
Mi nombre es Tania y trabajo en una gran empresa que tiene varios edificios en la ciudad. Hace unos meses, algo cambió en mi rutina diaria y me llevó a vivir una experiencia que aún me tiene emocionada y con las mejillas sonrojadas.
Todo comenzó cuando la empresa decidió contratar un servicio de transporte para movilizar a los empleados entre los diferentes edificios. Fue entonces cuando conocí a Diego, el conductor encargado de llevarnos de un lugar a otro.
Desde el primer día, noté que Diego era un hombre atractivo y con una presencia imponente. Tenía unos ojos color avellana que parecían hipnotizarme cada vez que nuestras miradas se cruzaban.
Al principio, traté de mantener la compostura y de no darle demasiada importancia a esos pequeños encuentros visuales. Pero poco a poco, comencé a sentir cómo una atracción inexplicable iba creciendo dentro de mí.
Empecé a buscar excusas para tomar el transporte, aunque no las necesitara realmente. Me aseguraba de ser una de las últimas en subir al vehículo, para poder sentarme cerca de Diego y observarlo con disimulo.
Durante los trayectos, nuestras miradas se buscaban constantemente, como si fueran imanes. Podía sentir la tensión eléctrica entre nosotros, incluso cuando no intercambiábamos ni una sola palabra.
En un arrebato de audacia, comencé a provocarlo de manera sutil. Me inclinaba un poco más hacia él, dejaba mi blusa más abierta, usaba faldas más cortas o cruzaba las piernas de una manera insinuante. Podía notar cómo Diego trataba de mantener la compostura, pero sus ojos me delataban.
Poco a poco, nuestros juegos de miradas y roces «accidentales» se volvieron más intensos. Sentía que la atracción entre nosotros crecía con cada trayecto, hasta que finalmente, un día, Alejandro se detuvo en una calle desierta y me miró con una intensidad que me dejó sin aliento.
Sin mediar palabra, se acercó a mí y me besó con una pasión que me hizo perder la razón. Nuestros cuerpos se dejaron llevar por el momento y ahí mismo en el piso del autobús me hizo tener un orgasmo. Fue una experiencia que superó con creces mis expectativas. Diego me hizo sentir viva y emocionada.
Desde entonces, nuestros encuentros se han vuelto casuales y cada que podemos. Yo provocando sus erecciones con mi ropa ajustada y faldas cortas, abriendo las piernas al cruzarlas para que él me mire desde el retrovisor.
Pero no queremos salir de esa fantasia, asi que dejamos que todo quede en ese autobus.

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