V Bliss,
Mi nombre es Lidia y tengo 37 años. Hace poco tuve una experiencia que me dejó con el corazón acelerado y la mente llena de fantasías.
Todo comenzó cuando decidí probar suerte en una aplicación de citas. Después de algunos encuentros decepcionantes, finalmente di con un hombre que llamó poderosamente mi atención. Su nombre era Alejandro y parecía ser todo un caballero.
Acordamos encontrarnos en un elegante bar del centro de la ciudad. Cuando llegué, Alejandro ya me estaba esperando en una mesa apartada. Nuestras miradas se cruzaron y sentí una descarga eléctrica recorrer todo mi cuerpo. Había algo en él que me atraía de una manera casi magnética.
Durante la cita, Alejandro se mostró encantador y atento. Conversamos sobre nuestros intereses y nuestras vidas, pero había algo en su mirada que me decía que había más debajo de esa fachada de hombre refinado.
En un momento dado, Alejandro me dijo: «¿Te gustaría acompañarme a un lugar más privado?». Su voz suave y seductora envió escalofríos por todo mi cuerpo. Sin pensarlo dos veces, dije que si.
Minutos después, nos encontrábamos en una suite de un motel muy conocido en la CDMX. Alejandro me guió hasta el centro de la habitación y, sin mediar palabra, me miró de arriba abajo con una intensidad que me dejó sin aliento.
De pronto, sacó de su bolsillo una venda de seda negra y me la ofreció. «Confía en mí», me dijo con una sonrisa enigmática. Dudé por un momento, pero la emoción y la curiosidad pudieron más que mis inhibiciones.
Dejé que Alejandro me vendara los ojos (aunque aun podía seguir viendo a través de la delgada seda) sumergiéndome en una curiosidad absoluta. Mis sentidos se agudizaron, haciéndome más consciente de cada una de sus caricias y de cada susurro en mi oído.
Lo que siguió a continuación fue una sesión de juegos y placeres que me hicieron sentir como si estuviera dentro de una de esas novelas eróticas. Alejandro me dominaba con firmeza, pero también con una delicadeza que me tenía completamente cautivada.
No esperaba lo que después sucedió. De su bolso sacó unos accesorios BDSM y sentí como en mi cuerpo no había duda de que quería ser dominada de una forma mas dura, quería que él fuera mi dueño y someterme para darle placer.
Tomó otra venda de seda y ató mis muñecas en la cabecera de la cama y comenzo a rosar todo mi cuerpo con un fuete, despues subio de nivel y yo solo pedía mas. No podía creer que ese dolor me excitaba tanto.
Sus grandes manos en mi cuello me hicieron llegar al orgasmo y a él también. Todo el tiempo me sentí segura pues desde un inicio me dijo que tendríamos una palabra clave para detener las cosas cuando yo quisiera, pero nunca pensé en detenerlo.
Cuando finalmente recuperé la vista, ambos teníamos la respiración agitada. Nos miramos a los ojos, conscientes de que acabábamos de vivir una experiencia inolvidable.
Desde entonces, Alejandro y yo hemos repetido nuestros encuentros, explorando juntos los límites del placer y la sensualidad. Es una aventura llena de misterio y adrenalina que me mantiene constantemente emocionada.
Lidia

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